,El suicidio no es de valiente, ni de egoista, ni de cobarde

Septiembre, mes donde se celebra el Día Internacional de Prevención al Suicidio. Un tema del que cuesta hablar y que a la vez, genera debate.

“¿Acaso no había otro modo de acabar con el sufrimiento?, Se rindió demasiado rápido, ¿Cómo no pudo pensar en sus padres, en sus hijos, su pareja?”.  Estas son varias de las preguntas y afirmaciones que se hacen, habitualmente, ante un suicidio. Parece que quien decide quitarse la vida es un ser egoísta por no pensar en su entorno más cercano, y un cobarde por no luchar lo suficiente por la vida. Se nos olvida, o desconocemos, que el cerebro de quien se suicida está bioquímicamente alterado. Su química cerebral está desajustada, de modo que su forma de procesar esas ideas que a muchos les parecen naturales, es diferente.

El suicidio es una decisión que procede de la desesperación, de la desesperanza, del aislamiento y de la soledad. El fondo del pozo al que te lleva, en algunas ocasiones, una depresión clínica te consume. El levantarte cada mañana en contra de lo que te pide tu mente y tu cuerpo resulta una lucha diaria. Supone desgaste emocional, físico y un dolor intenso y desgarrador en el alma con el que convives cada día. Solo quieres dormir para no sentir. A la vez, no quieres preocupar a tus seres queridos, pero observas el deterioro de cada uno de ellos por “tu culpa”. Acabas sintiéndote una carga  para ellos, lo que te hace sentir peor. Piensas que no hay salida, te sientes atrapado y es cuando la idea de quitarte la vida, resulta un alivio y la única salida para acabar con tu dolor, y con el que estás generando a tu alrededor. Sobrellevar este pensamiento resulta devastador. Quien se quita la vida no quiere morir. Quiere acabar con el sufrimiento.

Una cabeza que piensa bien, no llega a entender como una persona puede tomar una decisión de este calibre sin pensar en el dolor con el que van a tener que aprender a vivir quien se queda. Pero quien decide quitarse la vida, sí piensa en los supervivientes, y probablemente hasta el último momento. En la mayoría de los casos, los seres queridos son la razón por la que mucha gente aguanta un día más.

Egoísmo y cobardía,  son las ideas  con las que llegan a consulta muchos de los familiares de personas que se han suicidado. Sienten emociones encontradas. Por un lado la pena, por perderlo. Por otro lado rencor, por no pensar en ellos. Y por otro lado la culpa, por sentir no haber podido ayudar.

Es cierto que no todo el que sufre depresión tiene ideas suicidas. Pero tenemos que entender que los trastornos del ánimo no tienen lugar de la misma forma en todas las personas.

Lo cierto es que el suicidio es un problema mundial que, cada año es responsable de numerosas muertes. Las causas mas comunes suelen ser la depresión, la psicosis, los trastornos de personalidad y la adicción al alcohol o a las drogas, pero también es cierto que existen otros acontecimientos naturales  que generan altos niveles de estrés y el impacto en la salud hace que muchas personas quieran poner fin a su vida (catástrofes naturales, guerras, la muerte de personas cercanas)

Si te sientes así, no dudes en pedir ayuda. Ahora estás en un laberinto mental donde no encuentras salida porque tu desajuste químico cerebral no te permite pensar bien, pero si hay salida. La psicología y farmacología puede ayudarte a poner fin a tu sufrimiento interno, ajustándote químicamente y enseñándote habilidades y recursos para gestionar tus emociones, recuperar el sentido y la ilusión por vivir y acabar con la desesperanza ante el futuro.

 

 

Tamara de la Rosa / Psicóloga en Tenerife

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