Guía primeros auxilios emocionales

Cuando alguien se cae y se hace una herida, por norma general, todos sabemos lo que hacer. Se limpia la herida, se desinfecta y se cubre con una tirita o venda, y en caso de infección el médico le recetaría un antibiótico. Sin embargo, cuando se trata de heridas emocionales, son muchas las personas que se sienten impotentes por no saber cómo ayudar. Sienten miedo a actuar de manera errónea y empeorar la situación sobre todo cuando se trata de situaciones delicadas. “¿Le pregunto cómo está, cómo lo lleva?, ¿hago como si no pasara nada y espero a que hable cuando lo necesite?, ¿le aconsejo?, ¿mejor no me meto?, ¿le cuento un caso que conozco parecido al suyo?” Dudas habituales sobre cómo actuar cuando alguien cercano para por un mal momento.

 

En ocasiones perdemos tiempo en  buscar la palabra y el consejo correcto cuando todo es mucho más sencillo. La clave está en que son ellos, los afectados, los que deben llevar la dirección y el ritmo de la conversación.

1º No tengas miedo a preguntar: Preguntar no es un problema. Es la manera de preguntar lo que se puede complicarlo todo. Haz una pregunta corta y general. Luego ya solo tienes que pasar al 2º paso. Basta con un: “¿cómo vas?, ¿cómo lo llevas?”. Olvida los interrogatorios. Conseguir que esa persona se sienta forzada a hablar, no es ningún éxito. Tiene que ser una decisión de la persona afectada. Ya bastante tendrá con lo suyo como para sentirse obligado a hablar cómo y cuándo tú quieras hacerlo.

2º Atención plena en ese momento a esa persona. Con el tono con en el que te contesta, lo que te contesta y su lenguaje no verbal, puedes percibir si esa persona le apetece hablar, o prefiere no hacerlo de momento. Una pregunta así de corta y tan explícita, puede dar lugar a una conversación de horas donde esa persona con esa simple pregunta vomita emocionalmente, o también puede dar lugar a un: “ahí vamos”, donde te da a entender que quizás no le apetece hablar sobre el asunto.

3º Ante una contestación corta y seca, que no falte el apoyo. Cuando entendemos que la otra persona no quiere hablar, nos toca mostrar nuestro apoyo respetando su silencio: “ya sabes que estoy aquí para lo que necesites”.

4º Simplemente escuchar. Muchas personas, por miedo a no poder ayudar o a no saber lo que decirle cuando esa persona hable sobre su situación, evitan preguntar e incluso, evita ver a esa persona. No lo compliques. A veces solo se trata de escuchar. Quizás esa persona no busca un por qué, no necesita saber lo que tu harías ni lo que crees que es mejor para él. Quizás solo necesita que le escuches y saber que estás ahí.

5º Empatía corporal: Tus gestos también hablan. Sin hablar puedes expresarle que entiendes como se siente.

6º Empatía verbal: Cuando esa persona te da pie a opinar, siempre hazlo desde sus zapatos. Quizás para ti lo que le pasa es una chorrada, o una situación que tú gestionarías perfectamente, pero no se trata de ti. Se trata del otro. Por lo tanto, esfuérzate en, sabiendo cómo es la otra persona, lograr entender cómo puede sentirse. Solo así conseguirás que se sienta cómodo desahogándose contigo, y aumentarás la probabilidad de darle un buen consejo si lo pide.

7º No tienes por qué tener el consejo perfecto.  Quizás sientes que no sabes que decirle. No te agobies y muéstralo con naturalidad. Lo importante sobre todo es la empatía, el apoyo y mensajes de tranquilidad. “Me pillas que no sé qué decirte, pero entiendo que te sientas así. No te preocupes que conseguiremos la manera que te encuentres mejor. Todo pasa”

 

Tamara de la Rosa / Psicóloga en Tenerife

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