Hablemos de apegos

¿Has notado patrones repetidos en el tipo de parejas que eliges? ¿Te has preguntado por qué siempre acabas en situaciones similares? ¿Sientes celos? ¿Tiendes a involucrarte en la relación más que la otra parte? ¿Te gusta alguien, pero cuando la cosa se pone seria huyes de la relación? Si has notado un patrón de conducta que afecta negativamente a tu salud mental, podría ser interesante explorar la forma en la que te apegas y estableces vínculos con otras personas.

El apego no es más que un vínculo emocional profundo y duradero entre dos personas donde lo que buscamos es sentirnos más seguros. Los primeros lazos formados por los niños con sus padres tienen un tremendo impacto que continúa durante toda la vida en el tipo de relaciones que entablan con los demás.

Es importante dejar claro que, los padres que no fomenten un apego seguro no tienen por qué no amar a sus hijos. Simplemente lo hacen como saben y como pueden. Los 4 tipos de apego son:

1- Apego seguro: Padres que juegan con sus hijos y reaccionan rápidamente a sus necesidades. Estos niños son capaces de separarse de sus progenitores, buscan el consuelo y su protección cuando están asustados, cuando los progenitores regresan, saludan con emociones positivas y prefieren a los progenitores frente a los desconocidos.

De adultos tienen relaciones de confianza y duraderas, tienden a tener buena autoestima, se sienten cómodos expresando emociones y necesidades. Buscan el apoyo social, creen en las relaciones a largo plazo y las viven sin miedo al abandono.

2- Apego ansioso: padres que sí expresan afecto, pero que son poco predecibles en sus acciones y hacen que el niño priorice las sensaciones corporales. Suelen desconfiar de los desconocidos, se angustian mucho cuando sus padres se van, y no se consuelan cuando regresan.

Como adultos, necesitan pruebas de afecto constantes para sentirse seguros, sienten celos e inseguridad ante el espacio del otro, no saben cómo gestionar la ira y se muestran impulsivos en sus decisiones. Sienten mucho miedo al abandono y a la soledad, Desarrollan dependencia emocional, basan su felicidad en la relación, y demandan estar juntos lo máximo posible.

3- Apego evitativo: cuando son niños tienden a evitar a los progenitores y cuidadores. Esta evitación se suele volver especialmente pronunciada después de un período de ausencia. Se trata de padres que no atienden a sus hijos cuando piensan que solo están llamando su atención. Un ejemplo sería el caso de los niños que cuando les duele la barriga, los padres le ignoran y cuando dicen que ya no les duele, le atienden. De este modo los niños evitan llorar y expresar emociones. Es posible que estos niños no rechacen la atención de sus padres, pero tampoco buscan consuelo en ellos ya que no se sienten protegidos.

Como adultos, tienden a tener dificultades con las relaciones cercanas. A menudo muestran incapacidad de apoyar a las parejas durante los momentos estresantes de la misma manera que muestran incapacidad para compartir sentimientos, pensamientos y emociones con las parejas. Miedo al compromiso y huyen de las conversaciones incómodas. Sienten frustración porque no saben cómo expresar lo que sienten.

4- Apego desorganizado: aquí los progenitores actúan como figuras de miedo y tranquilidad al mismo tiempo. El niño, al sentirse consolado y asustado por los progenitores, genera confusión.

De adultos, tienen relaciones de amor-odio, miedo al abandono, pero también, miedo a la cercanía, y sienten desconfianza en general.

Entender qué son los estilos de apego y explorar sobre el tipo de apego que desarrollaste con tu cuidador principal, puede servirte de mucha ayuda. Tamaradelarosapsicologa.com

 

Tamara de la Rosa / Psicóloga en Tenerife

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