Una carta dirigida al «perfeccionismo»

Querido Perfeccionismo, de todos los defectos que existen, es usted uno de los mejores considerados por la sociedad, cuando lo cierto es que es una característica que se asocia con falta de seguridad y confianza en uno mismo. Muchos hemos caído en sus redes y, en ciertos momento de la vida,  pretendíamos hacer todo perfecto, en lugar de hacerlo lo mejor que podíamos.

No solo vivimos en una sociedad competitiva que nos demanda cada vez más hacerlo todo en el menor tiempo posible, con la mayor eficacia y mejores resultados, sino que encima nos enseñan considerarlo a usted como una cualidad positiva y necesaria, ignorando el peaje emocional que pagamos tan solo con intentarlo. Muchos más inconvenientes que ventajas.

Querido Perfeccionismo, en pequeñas dosis puede resultar positivo, pero no se da cuenta que lo que supere a esa cantidad hace que muchos nos convirtamos en personas con un pensamiento muy rígido, críticos con nosotros mismos, personas extremadamente disciplinadas y constantes de manera obsesiva en la consecución de nuestros objetivos. Los que caemos en este bucle, nunca logramos estar conformes con el resultado de nuestras acciones porque para nosotros todo podía haber salido mejor. Es más, asociamos cualquier error que cometamos con falta de valía. Lo peligroso de no eliminar esta tendencia a ir tras usted, es llegar a desarrollar un trastorno obsesivo- compulsivo.

Pues querido Don Perfeccionismo, imagino que me echará muchísimo de menos con la de años que fuimos de la mano pero, ¿Sabe cómo me deshice de usted?

1- Empecé a ser feliz cuando me di cuenta que estaba en una lucha constante para demostrar y demostrarme a mí misma que podía ser de otra manera. Me quité un peso de encima cuando tiré la toalla en esa batalla. Sabía lo que era y quienes lo tenían que saber, también lo sabían. No tenía nada que demostrar. Ya me lo había demostrado todo.

2- Empecé a superarme cuando enterré la auto-exigencia y empecé a practicar el “me permito…” (Me permito cometer errores, me permito no estar siempre al 100 %, me permito empezar de nuevo, me permito cambiar de opinión, me permito cambiar de objetivo, me permito tomarme descansos, me permito que las cosas no salgan siempre cómo y cuándo quiero, me permito ser flexible, entre tantísimos “me permito”

3- Cuando tiré la toalla respecto a usted, fue cuando aprendí que siempre podría mejorar la calidad de mis errores, pero nunca podría eliminarlos. Forman parte de la vida y del crecimiento personal.

4- Aprendí que usted podía ser como el condimento en un estofado. Un poco está bien, pero demasiado puede arruinarlo. Simplemente hay que controlar la cantidad que usamos.

Desde mi gran imperfección le envío un saludo cordial y por qué no, unas gracias. En realidad me ha enseñado a disfrutar de lo que hago y a entender que la percepción sobre mi misma depende del esfuerzo, el empeño, la constancia y perseverancia que pongo en todo lo que hago, ya que en ocasiones, el resultado no sólo depende de uno.

 

Tamara de la Rosa / Psicóloga en Tenerife

tamaraconsulta@gmail.com

Twitter: @tamaradelarosapsicologa

Facebook: @tamaradelarosapsicologa

Instagram: @tamaradelarosapsicologa

Si quieres leer más artículos de Tamara de la Rosa (psicóloga en Tenerife):, ¡haz click aquí!